Salimos de casa un poco tarde, como siempre vamos con prisas. Ayer nos enteramos de un desahucio en el barrio. El primer desahucio pensé, pero seguro no lo era. Llegamos inseguros de encontrar la calle correcta, está todo muy tranquilo, parece que no va a haber nadie. Un poco antes de doblar la esquina escuchamos voces “ESTE DESAHUCIO LO VAMOS A PARAR”. Me siento más tranquila. Cuando vemos el grupo me vuelvo a sentir inquieta, como mucho hay 50 personas. Aún así el ambiente es reivindicativo, festivo, positivo, se siente la unión. Mucha gente con pancartas haciendo alusión a la crisis, a los bancos, al despropósito.
Dejo mi bici apoyada en la pared, me uno al grupo. Un vecino, del propio edificio, nos pregunta qué si es por la señora del segundo. Una mujer que parece bastante informada le cuenta: sí, es por esa señora. El vecino corrobora que lleva tiempo enferma, que cada poco viene una ambulancia y se la lleva. La mujer le cuenta que la anciana al estar enferma y recurrentemente hospitalizada se ha despistado en el pago del alquiler y la dueña ha aprovechado para iniciar el proceso judicial. Al salir del hospital y ser consciente de la situación la inquilina ha intentado pagar los atrasos y los gastos judiciales, pero la dueña se ha negado. Claramente no le convenía, es la última inquilina de renta antigua que le queda. “Qué cabrona la casera”, se le escapa al vecino. Confirma que son pisos grandes, que antes vivía gente mayor, vecinos de toda la vida, pero han ido desapareciendo. Ahora los pisos se los alquilan a estudiantes. El edificio por dentro lo tienen de aquella manera.
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